Veamos algunos ejemplos del cuidado que los empleados estatales le dan al depósito que se les ha confiado:
• Calidad y eficacia en el trabajo:
Una de las características que señalan la virtud de un empleado público, definitivamente es el esfuerzo que pone de su parte para cumplir con su labor y hacer que su trabajo sea de calidad. En los textos del Hadiz encontramos varios dichos relacionados con este tema, entre ellos:
• El buen trato hacia la gente:
La forma en que el empleado trata a los demás, sean sus jefes o el público en general, demuestra el grado de pureza y virtud en su conducta. Un trabajador temeroso de Al-lah sigue al pie de la letra las enseñanzas del Profeta Muhammad, sallallah 'alaihi wa sallam, respecto a la forma en que debemos ser con la gente, conocidos o extraños, ricos o pobres, gobernantes o gente del pueblo, etc., todos merecen el mismo trato; al respecto, tenemos algunas de sus más conocidas instrucciones:
Una vez el empleado ha interiorizado todas estas nobles características y las ha implementado en su trabajo, solo le resta velar por los derechos del estado y los de los ciudadanos. Los valores que sustenten su conducta son los que le van a ayudar a balancear los intereses, tanto de los unos como de los otros, para que no caiga en la injusticia, y debe tener siempre en su mente la orden del Profeta Muhammad, sallallah 'alaihi wa sallam: “Dale a cada quien lo que le corresponde”.
Los derechos del Estado
El funcionario público debe ser honrado y responsable con el uso de los bienes que tiene a su cargo y la autoridad que se le ha concedido, no puede usarlos para beneficiarse a sí mismo o favorecer a sus familiares y conocidos, tampoco le es permitido malversarlos por orden de un superior (pues la responsabilidad la tiene primero que todo con Al-lah, luego con el estado mismo, y no con sus dirigentes).
Uno de los principales deberes que tiene para con el estado es el de guardar la privacidad de la información que maneja, no es honesto que ande por ahí divulgando los secretos del estado, por más que sean insignificantes, mucho menos debe espiar en beneficio de otra nación, de hacerlo será considerado traidor y se hará merecedor de la pena establecida por la Shari’ah en esta vida, y luego en la Otra será de los moradores del fuego.
A los empleados gubernamentales les está terminantemente prohibido aceptar regalos de la gente, como lo expresa el Hadiz relatado por Abu Humaid As-Sa’idi: “El Mensajero de Al-lah, sallallah 'alaihi wa sallam, encargó a un hombre de (la tribu de) Al-Asd llamado Ibn Al-Lutbiah para recolectar la Sadaqah (el Zakat, en nombre del Estado). Cuando regresó, dijo: “Esto es vuestro y esto es mío, ya que es un regalo que me hicieron”. Entonces, el Mensajero de Al-lah, sallallah 'alaihi wa sallam, se paró en el púlpito, alabó y glorificó a Al-lah y dijo: “Qué pasa con un empleado al que encargo una tarea y (vuelve y) dice: ‘Esto es de ustedes y esto es un regalo para mí’. ¿Por qué no se queda en la casa de su padre o de su madre y ve si le regalan algo o no? ¡Por Aquel en cuyas manos está la vida de Muhammad! Si alguno de ustedes acepta algo, el Día del Juicio sobre su cuello tendrá un camello gruñendo o una vaca mugiendo o una oveja balando”. Luego levantó sus brazos tanto que nosotros pudimos ver la blancura de sus axilas y dijo dos veces: “¡Oh Al-lah! ¿He transmitido (Tu mensaje)?”; y ‘Abdul-lah bin ‘Amru en otro relato dijo: “Había un hombre que custodiaba la familia y los bienes del Mensajero de Al-lah, sallallah 'alaihi wa sallam; lo llamaban Kirkirah. Este hombre murió y el Mensajero de Al-lah, sallallah 'alaihi wa sallam, dijo: “Él está en el Fuego”. La gente fue a verlo y encontraron en sus aposentos un manto que había robado”. Los dos Hadices anteriores son una clara señal de lo que un trabajador del gobierno no debe hacer: recibir cualquier cosa que lo comprometa y mucho menos disponer de los bienes del estado, por insignificantes que estos sean, para su uso personal o de los demás.
Por lo anterior, vemos que uno de los indicios de que el estado cuenta con empleados honestos es que cuidan cada centavo que entra a sus arcas, quienes temen de la advertencia hecha por el Profeta Muhammad, sallallah 'alaihi wa sallam, en el Hadiz relatado por ‘Adi ibn ‘Amirah Al Kind, que Al-lah Esté complacido con él, en el que dijo: “Escuché al Mensajero de Al-lah, sallallah 'alaihi wa sallam, decir: ‘Aquel de ustedes a quien encargamos una tarea y nos oculta una aguja o algo más pequeño, está cometiendo un acto de corrupción y lo pagará el Día del Juicio [cuando será condenado por su infamia]’. Entonces, un hombre de color de los Ansar se paró, y es como si lo estuviera viendo. Dijo: ‘¡Oh Mensajero de Al-lah! Libérame de lo que me encargaste’. Le preguntó: ‘¿Qué te pasa?’. Contestó: ‘Es que te he escuchado decir esto y aquello’. Replicó: ‘Y lo reafirmo ahora: aquel de ustedes a quien encargamos una tarea que traiga (todo lo que recibe), poco o mucho (grande o pequeño). Debe recolectar lo que le den, y no debe tomar nada de lo que está prohibido’”.
Contar con personas que tienen en cuenta estas enseñanzas en la administración pública es una gran bendición, además de ser una herramienta que impulsa la maquinaria de crecimiento y desarrollo del país. Así como de centavo en centavo se vacían las arcas de la nación, se pueden llenar y permitir el desarrollo de programas en beneficio de los ciudadanos.
Los derechos de los ciudadanos
Habíamos mencionado con anterioridad que todo empleado del estado debe cumplir tanto con el gobierno como con los ciudadanos a los que representa, y que cualquier abuso o descuido es fuertemente condenado y castigado, y será considerado como un traidor y defraudador.
El trabajador público debe velar por hacer que los ciudadanos cumplan con sus obligaciones para con el país, como el pago de impuestos, multas, servicios y el cumplimiento de las leyes; así, todo ciudadano tiene derecho a que en todas las instituciones se le trate con respeto, se diligencien sus trámites correcta y efectivamente, y que el dinero que él paga sea utilizado para mejorar la infraestructura y los servicios que se le ofrecen. Además, tiene derecho a ser librado de cualquier daño que uno de los miembros del gobierno pueda hacerle, tal como lo ordenó el Mensajero de Al-lah, sallallah 'alaihi wa sallam, en el famoso discurso o sermón de la despedida, dijo: “…Pues, ciertamente, su sangre, sus propiedades y su honra, serán sagrados entre ustedes, así como es sagrado este día, este mes y esta tierra…”; y en otro relato en el que Abu Hurairah contó que el Mensajero de Al-lah, sallallah 'alaihi wa sallam, dijo: “No se envidien, no compitan ofreciendo más que otro (para subir el precio), no se odien, no se enemisten, no entren en una transacción comercial que ya inició otro. Y sean, ¡oh siervos de Al-lah!, hermanos. El musulmán es hermano del musulmán. No lo oprime, no lo humilla y no lo menosprecia. La piedad está aquí…” (y señaló tres veces su pecho). “Es muy malo que un hombre desprecie a su hermano musulmán. Todo musulmán es sagrado para otro musulmán, como lo son su sangre, sus bienes y su honor”.
Entonces, cuando el ciudadano ha cumplido con sus deberes, lo mínimo que puede esperar es que se respeten sus derechos y que el estado cumpla con el deber que tiene hacia él; si esto no pasa, el gobierno, representado por sus funcionarios, será injusto. Al respecto el Profeta Muhammad, sallallah 'alaihi wa sallam, dijo: “Teman incurrir en la opresión (e injusticia), pues la opresión será tinieblas en el Día de la Resurrección. Y temed la mezquindad, pues fue la mezquindad la que destruyó a los que los precedieron, incitándolos a derramar sangre y a hacer lícito lo que era ilícito para ellos”.
Ningún empleado gubernamental puede exigir más de lo que se ha decretado por ley a un ciudadano, recordemos lo que el Profeta Muhammad, sallallah 'alaihi wa sallam, le recomendó a Mu’adh ibn Yabal, que Al-lah Esté complacido con él, cuando lo envió al Yemen para enseñar el Islam: “…evita tomar lo mejor de los bienes de la gente y protégete de la plegaria del oprimido, pues no hay ningún obstáculo entre ella y Al-lah”.
Por último, queremos recordar la plegaria que el Profeta Muhammad, sallallah 'alaihi wa sallam, realizó: “¡Oh Al-lah! Quien gobierne a la gente de mi Ummah y sea duro con ellos, Sé duro con él; pero si es gentil, Sé Tú gentil con él”.