Musa Ibn Nusair, que Al-lah esté complacido con él, estudió cuidadosamente la organización política de los colonizadores romanos en el norte de África y planteó la estrategia militar necesaria para derrotarlos. Esta se basaba en los siguientes puntos:
• Elegir comandantes leales y eficientes.
• Tener contacto directo con los soldados a través de la discusión constante y ánimo personal.
• Limpiar el norte de África de los romanos y sus vasallos gradualmente. Iniciando desde la base musulmana en Qairawán para extenderse sistemáticamente hacia el oeste.
Cuando Musa Ibn Nusair, que Al-lah esté complacido con él, logró llegar con sus tropas al actual Marruecos, los habitantes de la región ya sabían del Islam, habían oído del poder militar de los árabes musulmanes y sobre su buen trato a la gente bajo su gobierno.
Todos estos factores, junto con el trato inhumano y la explotación que los indígenas africanos recibían de parte de los romanos bizantinos, hicieron que muchas tribus del Magreb (parte noroccidental de África) se unieran al movimiento islámico y dieran la bienvenida a los nuevos conquistadores. Así fue como, con la excepción de uno o dos pueblos costeros, todo el norte de África quedó bajo gobierno musulmán a través de los tremendos e incansables esfuerzos de Musa Ibn Nusair, que Al-lah esté complacido con él.
Como sincero musulmán, que creía en la igualdad de la gente a pesar de su idioma o raza, y como astuto gobernante, Musa Ibn Nusair, que Al-lah esté complacido con él, eligió al joven bereber Táriq Bin Ziad, que Al-lah esté complacido con él, para ser gobernador de Tánger y sus alrededores. Antes de abandonar el Magreb, Musa Ibn Nusair, que Al-lah esté complacido con él, dejó 1.750 guerreros y un grupo de eruditos para enseñar el Islam a los recién nuevos musulmanes autóctonos de la región, quienes rápidamente se convirtieron en miembros activos de la comunidad. Debemos mencionar también que Táriq Bin Ziad, que Al-lah esté complacido con él, comandaba un poderoso ejército formado por 12.000 guerreros.
En ese entonces, un pueblo costero quedó en manos del gobernador romano de la zona, el pueblo de Ceuta (o Sebta, como lo llamaban los árabes). Dejar esa población en manos del conde Julián, gobernador romano bizantino de la zona, fue una jugada política y militar muy inteligente de Musa Ibn Nusair, que Al-lah esté complacido con él, pues a través de esta población los ejércitos musulmanes podían seguir de cerca las actividades de los romanos en la zona y saber lo que ocurría al otro lado del estrecho (que luego se llamaría “Estrecho de Gibraltar”), ya que la Península Ibérica estaba a pocos kilómetros de Ceuta.
Con la derrota de los romanos y habiendo ganado control total sobre el norte de África, Musa Ibn Nusair, que Al-lah esté complacido con él, había completado con éxito la primera parte de su tarea. Sin embargo, por experiencias pasadas, se dio cuenta de que el control terrestre de los musulmanes no era suficiente para mantener el norte de África a salvo de los ataques y saqueos romanos. Desde joven supo que los romanos siempre usaban sus bien entrenadas y equipadas fuerzas navales para lanzar devastadores ataques contra las zonas costeras.
Así que una de las primeras cosas que hizo al volver a su base en Qairawán fue expandir el astillero militar establecido antes por su predecesor Hasan Bin An-Nu’mán, que Al-lah esté complacido con él, en la ciudad de Túnez. Esta factoría naval o atarazana (llamada Dar As-Sina’a en árabe) fue diseñada para construir barcos de guerra y contaba con artesanos traídos de diferentes puertos del mundo islámico, en especial de Egipto.
También, nuestro héroe mandó tomar varias otras medidas para garantizar el paso seguro de barcos del y hacia el Mediterráneo. Así fue como las costas del recién liberado norte de África quedaron a salvo de los ataques romanos.
Una vez lograda la paz y la estabilidad, muchas partes de la región empezaron a progresar y desarrollarse rápidamente bajo el gobierno musulmán. Para garantizar mejor seguridad para el área costera, Musa Ibn Nusair, que Al-lah esté complacido con él, ocupó algunas islas estratégicas del Mediterráneo.
Mientras el camino a Europa se abría por el este a manos de Maslama Ibn Abulmálik, que Al-lah esté complacido con él, en el oeste Musa Ibn Nusair, que Al-lah esté complacido con él, estaba ya estudiando la posibilidad de llevar el Islam a la Península Ibérica cuando Julián, el gobernador de Ceuta, vino a él pidiendo ayuda contra el rey de España, el visigodo Rodrigo, que había usurpado el trono a sus justos herederos y había maltratado a la hija de Julián, que era huésped de los visigodos en Toledo.
Musa Ibn Nusair, que Al-lah esté complacido con él, le escribió al Califa en Damasco solicitando permiso para invadir la Península Ibérica, pero el Califa dudó del éxito de tal empresa y le ordenó que pospusiera la invasión hasta después de enviar pequeñas expediciones y exploradores para conocer la situación militar en el campo.
Musa Ibn Nusair, que Al-lah esté complacido con él, envió una expedición de 400 tropas comando, encabezadas por un oficial llamado Taríf, que fueron transportadas a Iberia por barcos proporcionados por el mismo Julián. Los comandos musulmanes desembarcaron en la isla de Las Palmas, posteriormente llamada Tarifa, y luego se dirigieron a tierra firme hispánica en Ramadán del año 92 H.
La expedición fue un éxito, y Musa Ibn Nusair, que Al-lah esté complacido con él, se convenció de la necesidad de iniciar la conquista de la Península Ibérica. Se le ordenó al comandante musulmán bereber Táriq Bin Ziad que iniciara la invasión del reino visigodo hispano. Táriq, que Al-lah esté complacido con él, logró transportarse exitosamente al otro lado del Estrecho y el ejército musulmán acampó en un monte ahora llamado Gibraltar (del árabe Yabal Táriq, “la montaña de Táriq”).
Musa Ibn Nusair, que Al-lah esté complacido con él, se trasladaría después a completar personalmente la conquista del reino visigodo y tuvo éxito en tal campaña. Este fue el inició de una nueva era para la Península Ibérica y Europa. Por los siguientes 800 años los musulmanes gobernaron en la Península y trajeron la cultura y la civilización de vuelta a esa tierra, llamada desde entonces Andalucía (Al Ándalus en árabe), desde donde se expandiría el renacimiento y la llama de la ciencia al resto de Europa y el mundo occidental.
Cuando se completó la conquista ibérica, Musa Ibn Nusair, que Al-lah esté complacido con él, tenía ya más de setenta años. Supo que era el momento de retirarse, cuando el Califa lo convocó desde Hispania de vuelta a Oriente. El Califa Sulaimán Bin Abdulaziz, que Al-lah esté complacido con él, luego le pidió a Musa Ibn Nusair que lo acompañara a La Meca para el peregrinaje.
De vuelta en su ciudad de nacimiento, Medina, Musa Ibn Nusair, que Al-lah esté complacido con él, falleció allí a la edad de ochenta años, dejando atrás un registro de victorias continuas por la difusión del Islam y el bien de los musulmanes.