Las calles de El Cairo cobrarán vida pocos minutos después del Adhan (llamada a la oración) del Magrib (oración del ocaso) con vendedores ofreciendo de todo: desde Basbusah (postre tradicional hecho de harina de sémola, yogurt y coco) hasta Fanus (faroles) y guirnaldas de jazmines. Se colgarán pancartas coloridas entre los edificios para señalar que el mes más noble ha llegado una vez más.
En las cocinas de la ciudad –conocida en inglés también con el sobrenombre de “Big Mango” (el Gran Mango)– circularán ciruelas secas, albaricoques y dátiles. Tanto niños como adultos se deleitarán con la tradicional Qamar Ad-Din, una bebida espesa hecha a base de láminas de pasta de albaricoque. En los anaqueles de las tiendas se encontrarán nuevamente los dulces Kunafah (a base de cabello de ángel) y Qata’if (postre bañado en jarabe).
Nura Husain, madre de dos hijos, ha pasado 25 ramadanes en El Cairo y dice: “Ramadán en Egipto se celebra en gran parte en las calles. Los niños se ponen muy contentos y la gente parece acercarse mucho a los demás”.
Todos los días los egipcios conmemoran los significantes aspectos de Ramadán levantando tiendas y puestos en las calles para que los pobres puedan romper su ayuno ahí gratis. Los taxistas van felices en sus viejos taxis pintados de negro y blanco, manejando por la plaza Tahrir o a lo largo del malecón Alejandría en búsqueda de pasajeros en su camino a algún restaurante.
Husain agrega: “Ramadán en Egipto es diferente de cualquier otra parte del mundo”, y sonríe gracias a los buenos recuerdos que vienen a su mente. “No sé cómo podría haber otro lugar con más vida que éste. Incluso las pirámides y el Nilo parecen cobrar vida”.