En cualquier parte del globo que se encuentren, al ponerse el sol al final del día, quienes han ayunado se orientan hacia la misma dirección: la Ka‘bah Sagrada, localizada en Meca. Un “Al-lahu Akbar” (Al-lah Es el Más Grande) cristalino se escucha en el Adhan (llamado a la oración) tan familiar de Meca, resonando a través de esta ciudad en la que el Profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam, experimentó tanta alegría y sufrimiento.
En Meca, el espíritu de dar y de recordar a Al-lah, se pone claramente de manifiesto durante Ramadán. El énfasis, sin embargo, está en la adoración y no en la comida y las festividades, como es el caso en muchos otros lugares. Es algo impresionante ver a miles y miles de personas con dátiles, agua y otros alimentos listos para romper el ayuno. Y cuando se pronuncia el Adhan, es imposible escapar de la generosidad sin límite de los mequenses, quienes ofrecen agua y comida a todo el mundo.
No es inusual ver a alguien con una pick-up llena de arroz y pollo repartiendo esta comida a todo aquel que pasa frente a él. Los pudientes proveen a los pobres con ropas y alimentos para romper el ayuno, y hay organizaciones que se dedican a dar cantidades enormes en caridad.
En Ramadán, Meca abunda de visitantes que están efectuando la ‘Umrah (peregrinación menor) o simplemente disfrutando de unas vacaciones únicas. Para estas personas, este es el Ramadán de una vez en la vida. Sin embargo, para los residentes de esta ciudad normalmente tranquila, este lugar se encuentra de cabeza.
“El tráfico se incrementa notablemente y la rutina de la ciudad se transforma”, dice un residente de Meca. “El día se vuelve noche y la noche se vuelve día. La gente duerme hasta tarde y las tiendas permanecen abiertas hasta altas horas”.
Asimismo, los habitantes de la ciudad se encuentran rodeados de visitantes que van a pasar el mes entero en su ciudad; el número de visitantes que recibirían normalmente en un año llega de golpe.
Durante Ramadán se lee abundantemente el Corán en la ciudad en la que fue revelado, y el verdadero espíritu de Ramadán prevalece.
Los mequenses rompen el ayuno generalmente en casa, a menudo en grandes reuniones con familiares y amigos. El ayuno es roto normalmente con sopas de diversos tipos, y después con las tradicionales Sambusah (una comida) y Subia (una bebida).
Una tradición común de los mequenses consiste en llevar comida a la mezquita local, lo cual se vuelve un fenómeno notable durante este mes hasta al punto de que difícilmente alguien se queda con hambre durante estos días.
Las familias llevan comida al Masyid Al Haram (en Meca), en donde rompen el ayuno y rezan juntos el Magrib (oración del ocaso). Más tarde, durante las oraciones de Tarawih, la Mezquita Sagrada se halla tan iluminada como si fuese pleno día, y se llena casi tanto como durante el Hayy (la peregrinación mayor).
Es difícil de imaginar, pero en casi cada rincón del mundo existe alguien de nuestra Ummah que ayuna durante Ramadán. Ninguna otra religión podría proclamar un acto de adoración de tal calibre entre sus seguidores. Por eso, en vista de este mes tan alegre y bendito, no debemos olvidar a nuestros hermanos y hermanas en todas partes del planeta. Esforcémonos por recordarlos en nuestras suplicas, ya que, independientemente de nuestro lugar de residencia, compartimos algo muy especial. Seremos siempre una sola Ummah al abrigo del Islam.