La vasta mayoría de los seres humanos siempre han creído en Dios. Desde las civilizaciones más antiguas hasta las sociedades modernas más primitivas, las religiones centradas en Dios han conformado la base de la cultura humana. De hecho, la negación de la existencia de Dios (ateísmo) a lo largo de la historia estuvo limitada a unas cuantas personas hasta el surgimiento del comunismo en el siglo XX. Aún en las sociedades seculares de occidente, en las que los científicos sociales armados con teorías darvinianas sostienen que Dios no es más que una invención del imaginario colectivo humano, la mayoría de los ciudadanos, legos y científicos incluso, se aferran con fuerza a su creencia en Dios.
Por lo tanto, el abrumador acervo arqueológico que apoya la existencia de Dios ha llevado a que algunos antropólogos lleguen a la conclusión de que la creencia en Dios (deísmo) debe ser algo innato y no adquirido. Si bien la gran mayoría de científicos sociales proponen lo contrario, recientes descubrimientos científicos parecen apoyar la opinión minoritaria de que el deísmo es innato. En un artículo titulado “God Spot found in the Brain (Encuentran punto divino en el cerebro)”, el Dr. Vilayanur Ramachandran de la sede San Diego de la Universidad de California afirma que el fenómeno de la creencia religiosa en Dios está conectado físicamente en el cerebro.
Encuentran ‘punto divino’ en el cerebro
Por Steve Connor
Corresponsal Científico
LOS CIENTÍFICOS parecen haber descubierto un “módulo divino” en el cerebro, el cual sería responsable del instinto evolutivo del hombre a creer en la religión.
Un estudio realizado en pacientes epilépticos, quienes son conocidos por tener profundas experiencias espirituales, ha localizado un circuito nervioso en la parte delantera del cerebro, el cual parece tener actividad eléctrica cuando piensan en Dios.
Los científicos también afirman que si bien la investigación y las conclusiones son preliminares, los resultados iniciales sugieren que el fenómeno de la creencia religiosa está “integrado” al cerebro.
Los pacientes epilépticos que sufren ataques en el lóbulo frontal del cerebro sostienen que a menudo experimentan intensos episodios místicos y se obsesionan con la espiritualidad religiosa.
Un equipo de neurólogos de la sede San Diego de la U. de California declararon que la explicación más intrigante es que el ataque provoca una sobre estimulación de los nervios de una parte del cerebro llamada “módulo divino”.
“Quizás existe una maquinaria neurológica dedicada en los lóbulos temporales relacionada con la religión. La misma puede haber evolucionado para imponer el orden y la estabilidad en la sociedad”, declaró el equipo en una conferencia la semana pasada.
Los resultados indican que el hecho de que una persona crea o no en una religión o incluso en DIOS puede depender de cuán desarrollada esté esta parte del circuito eléctrico cerebral.
El Dr. Vilayanur Ramachandran, jefe de investigación del equipo, sostuvo que el estudio implicó comparación de pacientes epilépticos con personas normales y un grupo dijo tener una intensa religiosidad.
Los sensores eléctricos colocados en la piel – una prueba habitual para determinar la actividad eléctrica en los lóbulos temporales del cerebro – mostraron que los epilépticos y las personas profundamente religiosas muestran una respuesta similar cuando se les muestran palabras que invocan una creencia espiritual.
Los científicos evolutivos sugieren que la creencia en Dios, una característica común, que se encuentra en las sociedades humanas en todo el mundo y a lo largo de la historia, puede estar inserta en el complejo circuito eléctrico cerebral como una adaptación darviniana para alentar la cooperación entre las personas.
Si la investigación es correcta y existe un “módulo divino”, podría sugerir que los ateos tendrían un circuito neurológico diferente.
Un vocero de Richard Harries, Obispo de Oxford, sostuvo que la existencia o no de un “módulo divino” es una inquietud para los científicos, no para los teólogos. “No habría de sorprendernos que Dios nos haya creado con una capacidad física para ser creyentes”, afirmó.
A pesar de la creciente evidencia de que el hombre nace con una “capacidad física para ser creyente”, el hecho de que el concepto de Dios haya variado enormemente en las sociedades humanas sigue llevando a que muchos pensadores, aún aquellos que creen en Dios, afirmen que las religiones son una creación humana. No obstante, diversas investigaciones exhaustivas revelan un rastro teológico común que une a las distintas religiones. Ese vínculo es la creencia en un Ser Supremo por encima de otros dioses, una base monoteísta que se encuentra aún en los sistemas religiosos más panteístas. Por ejemplo, el concepto de Dios en el hinduismo existe, como un ejemplo entre muchas religiones, el cual sostiene que los seres humanos eran monoteístas originalmente y, a través de diversos procesos degenerativos, se fueron volviendo politeístas. A pesar de sus muchos dioses e ídolos, el hinduismo tiene un solo Dios Supremo, Brahmán.
Tradicionalmente, la mayoría de los antropólogos concluyen que la religión surgió a partir de diversas etapas del politeísmo hacia el monoteísmo, comenzando con la atribución de caracteres divinos a las fuerzas de la naturaleza, y luego, eventualmente, pasando a un diteísmo y de allí a consolidar todos los poderes supe naturales en dos dioses principales (un dios del bien y un dios del mal), simplificando por último, toda la creencia en un solo dios, el monoteísmo.
Por lo tanto, la religión, según los antropólogos y los científicos sociales, no tiene origen divino; es simplemente un producto secundario de la evolución de las primeras supersticiones del hombre, basado en su falta de conocimiento científico. De allí que los mismos teóricos crean que la ciencia terminará por desentrañar todos los secretos de la naturaleza, dando como resultado el desuso de la religión para explicar los fenómenos naturales, y la consecuente extinción de la religión por completo.
Sin embargo, la creencia innata del hombre en un Ser Supremo parece apoyar la visión opuesta, que propone que el hombre comenzó monoteísta, pero con el paso del tiempo, se descarrió en diversas formas de politeísmo. Esta opinión tiene aún más apoyo en el hecho de que todas las llamadas tribus primitivas, que fueron “descubiertas”, ya creían en un Ser Supremo. Más allá de la etapa evolutiva en la que haya estado su desarrollo religioso al momento del “descubrimiento”, la mayoría de ellos creían en un Ser Supremo por encima de todos los otros dioses y espíritus. Como tal, el concepto de un Ser Supremo permanece intacto en la mayoría de las religiones como evidencia de que las masas se alejaron del monoteísmo otorgándole atributos divinos a otros aspectos de la creación, los cuales pasaron a ser considerados como dioses menores en algunos casos o intercesores en otros. No obstante, un Dios Supremo, sea cual fuere Su forma, es el centro de la mayoría de las religiones.